Mayo 23, 2017

Videgaray y Osorio en Washington

por José Luis Camacho Vargas

El 1 de enero de 1994, con seis años de anticipación, México entró de lleno en el siglo XXI. En aquella memorable fecha, entró en vigor el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), un acuerdo comercial sin precedentes signado por Canadá, Estados Unidos y México, que convertía a la región de Norteamérica en la zona de libre comercio más grande del mundo.

Así nació el TLCAN, como una respuesta regional a la oleada integracionista que se expandía velozmente por el mundo una vez que cayeron las paredes de la división. Sin embargo, a diferencia de la Unión Europea, el TLCAN no crea un conjunto de organismos gubernamentales supranacionales, o un cuerpo de leyes superior a las leyes nacionales. Es decir, no establece reglas claras y concretas que fomente el juego limpio entre sus dispares integrantes.

Y así lo está entendiendo el gobierno mexicano al mando del Presidente Enrique Peña Nieto.

La reunión sostenida el pasado 18 de mayo en Washington DC por los secretarios de Relaciones Exteriores, Luis Videgaray Caso, y de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, con sus homólogos estadounidenses Rex Tillerson y John Kelly es una clara muestra de que nuestro país no está asumiendo en ningún momento el papel de víctima sino el de socio, y como tal se sienta a negociar con sus pares en pos de alcanzar un nuevo acuerdo provechoso para el conjunto, pero sobre todo para el país. Esa es la actitud que debe mostrar México en todo momento. Somos socios y vecinos.

Mostrando planeación y prospectiva, los secretarios de Gobernación y de Relaciones Exteriores de México, Miguel Osorio y Luis Videgaray, se dieron cita en la capital de los Estados Unidos en una evidente muestra de que el gobierno de nuestro país quiere y busca la modernización del TLCAN y de que mucho tenemos que decir sobre la forma de hacerlo.

Tal y como lo señaló el secretario Luis Videgaray, lo que se pretende es superar la asignación mutua de culpas y el señalamiento recíproco, para dar lugar a un cómo sí podemos construir el futuro de la relación bilateral. Palabras con las que parece haber coincidido el secretario de Estado, Rex Tillerson, al reconocer que “Si no fuera por nosotros, México no tendría el gran problema de crimen organizado. Debemos asumir esa responsabilidad.”

Con una posición clara, concreta y sincera, los secretarios de México dieron un paso adelante en la defensa de los intereses del país y demostraron que durante estos meses de trabajo y preparación, el gobierno mexicano ha tomado las acciones necesarias para hacer frente al que es, sin duda, el mayor reto que nuestra política exterior haya tenido en los recientes años.

La modernización del TLCAN tiene ineludiblemente que asentarse sobre las bases de una política de seguridad regional que relance y potencie el comercio y la economía. Esa puede ser una buena base de negociación para nuestro país. Y es que si bien en cuestiones comerciales México aún se encuentra lejos del gigante estadounidense, en cuestiones de seguridad estamos nivelados, pues el problema y las responsabilidades se comparten en porciones iguales.

Hay elementos a nuestro favor que podemos poner sobre la mesa para empezar a hablar. Y la reunión de Videgaray y Osorio en Washington así lo demostró.